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Hablemos del cine en Venezuela...

 

ADVERTENCIA: si te fastidia leer cosas largas, dejalo hasta aquí.

 

A lo que vinimos: Es verdad,  nuestro cine no es tan “maravilloso y sublime” como el francés, no posee un presupuesto tan grande y gordo como el Norteamericano, o simplemente no es tan desarrollado como el argentino si hablamos de la cinematografía a nivel latinoamericano. A pesar de estos factores en contra y la falta de apoyo como factor principal, no se dejan de producir largometrajes venezolanos que aspiran a llegar lejos. Tal es el caso de “Elipsis” que fue la primera (y quizás única) película venezolana que logró ser producida por la 20th Century Fox y que cuenta con varias críticas que inclusive la posicionan como una de las mejores películas alguna vez hechas en Venezuela.

Si actualmente hablamos del cine en el país en nuestro grupo de amigos más cercanos, o la propia familia y le preguntamos a alguna persona qué opina sobre el mismo, probablemente responda con un “Es que el cine venezolano es puro tiro” y “Siempre trata de la inseguridad” o el preferido de mi madre “Esas películas son pura grosería y vulgaridad”, pero ahora éstas opiniones generan una gran interrogante que resulta interesante plantearse: ¿Es que acaso eso no es lo que somos como sociedad? Si nos ponemos a pensar detenidamente capaz lo primero que se nos venga a la mente sea la palabra “inseguridad”, de ella deriva la violencia, que es un factor que nos afecta mucho como sociedad.

El cine venezolano se ha visto muy afectado en cuanto a su aceptación dentro del mismo país, y es debido a que las películas extranjeras pueden generar que el venezolano decida adoptar o copiar muchos comportamientos, modas y demás particularidades que observe en los largometrajes ajenos a nosotros. Está claro que nos falta fortalecernos para darle batalla a la cinematografía norteamericana, y esto ha producido que el gusto por el cine nacional sea poco en comparación con los otros.

Nuestro cine se caracteriza por tener pocas producciones, debido a que se mantiene en gran parte subsidiado por el estado. Apartando eso, quizás desde sus inicios no ha poseído una gran continuidad, y esto puede estar arraigado al hecho de que la audiencia venezolana nunca ha tenido una buena perspectiva del mismo. Sería mentira no decir que de un tiempo para acá se pretende respirar un nuevo aire y darle un nuevo aspecto al cine nacional, creando largometrajes que rompan con el eje temático que se ha venido tratando desde hace algunos años para así captar aún más la atención de nosotros como espectadores.

Alguna vez en un lugar escondido de la web encontré una frase que se quedará en mi memoria hasta que ésta decida formatearse, dice lo siguiente: “El cine, otra ventana al mundo”, frase que al cabo de un tiempo, por casualidades de la vida, volví a escuchar de una forma distinta en una suerte de conferencia impartida en la universidad por alguien que respeto y admiro profundamente, esa persona también sostenía que el cine es una ventana para ver cómo son los demás. Es imposible no concordar con ambos personajes, puesto a que si el cine no fungiera como una ventana a través de la cual puedo ver mundo… Quizás si no hubiese sido por “Samsara” jamás habría podido ver cómo una máquina escupe pollitos mientras personas con trajes fucsia colocan en un riel lo que próximamente será un combo en Burger King.

Efectivamente nuestro cine nacional es un reflejo de lo que somos como personas y como sociedad. Es imposible tratar de desligarnos por completo de la corrupción, la inseguridad y la violencia, esas son cosas que simplemente vienen con nosotros, es nuestro día a día y estamos acostumbrados a eso. Sí, es cierto que deberíamos ir a ver algo que nos distraiga y nos saque por un momento de la realidad en la que estamos, pero es algo que no podemos simplemente dejar de lado e ignorar por completo. El tiempo y espacio en el que nos tocó vivir no les quita el derecho a los escritores y directores de querer representarla ya sea de manera fantástica o muy apegada a la situación actual. Las realidades y contextos en los que habitamos siempre serán distintos en cualquier parte del planeta. A fin de cuentas, no es nuestra culpa que la realidad de Francia sea tierna y romántica.

Hace aproximadamente dos o tres semanas tuve la oportunidad de ver una película venezolana llamada “Paquete 3”, no sabía que esperar porque Emilio Lovera salía en el póster. Pero resultó ser una película que al terminar me hizo reflexionar increíblemente sobre lo monstruosa que puede ser nuestra sociedad actual.

Cada minuto que transcurría la película hacía que pensara que capaz todos conocemos un policía que está ligado al hampa, o personas que serían capaces de mandar a herir a alguien por cualquier motivo, y algo que no sabemos, pero que puede ocurrir, es que alguien que conozcamos sea quien se encargue de ejecutar esos planes. No estamos al tanto de todo lo que hacen nuestros allegados, pero sí estamos bastante claros de que esa clase de personajes habitan en nuestro país, caminan nuestras mismas calles, y por sobre todo, forman parte de nuestra sociedad.

“Piedra, Papel, o Tijera” es otro largometraje que no evade la realidad por completo, refleja una pequeña parte de lo que somos: una sociedad realmente afectada por la violencia. En su momento nunca pretendió pintar un panorama peor que en el que vivimos, pero efectivamente mostró que estamos muy dañados, y que muestra la causa y efecto de lo que es vivir en una ciudad que te consume y ahoga y de lo que significa tener que lidiar con autoridades que se rigen bajo la corrupción y hacen que, en ocasiones, caigas en su mismo juego.

Con esto no pretendo decir que únicamente somos “puro malandreo”, para nada. Si fuésemos solamente eso, la mayoría de los que vimos “La Distancia Más Larga” no hubiésemos llorado mientras observábamos maravillados la inmensidad de la Gran Sabana que tanto queremos, a pesar de eso, si tratan de recordar un poco más el inicio de la película… La violencia hace una gran aparición, y es por eso, no podemos desligarnos de la realidad.

Cuando queramos reprochar sin tener unas buenas bases, es mejor quedarnos callados. Los prejuicios sobre el cine nacional hay que eliminarlos, al igual que todo lo que somos como sociedad,  si no queremos tener un cine que nos sirva como un retrato, debemos comenzar a cambiar desde y para nosotros. Es cierto que en ocasiones nos hemos decepcionado de algunos films, pero no podemos enfrascarnos en unos cuantos errores, dicen por ahí que no hay peor ciego que el que no quiere ver. La próxima vez que queramos emitir opiniones negativas, tenemos que recordar que somos lo que criticamos.

 

¡Felicidades, llegaste hasta el final!

Sam. C. D.  

 

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